miércoles, 29 de abril de 2009
Entrevista a Carlos Pizarro 2
Entrevista a Carlos Pizarro 1
domingo, 26 de abril de 2009
LAS PALABRAS
HIMNO A LA PAZ DEL M-19
HIMNO A LA PAZ
domingo, 19 de abril de 2009
¿QUIEN FUE LUCHO OTERO?
¿QUIEN FUE LUCHO OTERO?
Luis Francisco Otero Cifuentes nació en Cali el 25 de Septiembre de 1943, fue un antropólogo, escritor y comandante guerrillero colombiano. El inicio de la militancia deLucho Otero, comenzó en la juventud comunista, a la cual pertenecía mientras realizaba sus estudios de antropología en la Universidad Nacional de Colombia, Combatió en Cuba al lado de Castro en el Escambray.
Luego ingreso en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el año de 1967, y es encargado por Jacobo Arenas Y Manuel Marulanda, en la formación de un grupo urbano, tarea a la cual también pertenecían Jaime Bateman y Germán Rojas (Raúl).
Luego de Leer un Libro sobre el Movimiento deliberación Nacional Tupamaros (MLN-Tupamaros), un movimiento guerrillero urbano de Uruguay, lucho le comenta a Bateman:
“mano, los Tupamaros se sacaron la bandera de Artigas, ¿Por qué no nos sacamos la espada de Bolívar?”.
Pero a la directiva del partido comunista les pareció que la espada era un aparato de museo obsoleto, por lo cual no siguieron la idea.
Ya en 1974 cuando el M-19 estaba forjando su primera acción publica, se retoma la idea de recuperar la espada, por lo cual se decide hacer una campaña de expectativa con anuncios en el diario que decían:
“ Parásitos…Gusanos? Espere M-19,
Decaimiento…falta de memoria? Espere M-19,
Falta de energía…inactividad? Espere M-19”
Para desarrollar esta labor, Lucho Otero se disfrazó de vendedor de vermífugos, lleno un maletín con medicamentos, y se presento ante el diario como representante de Oscar G, pagando la publicidad con los últimos fondos que le quedaban a la organización.
El día final de la expectativa, cuando la espada fue recuperada apareció el último aviso:
“ya llega M-19”
Entonces se decide recuperar la espada, en un comando dirigido por Álvaro Fayad, y otro grupo tendría la tarea de tomarse el concejo de Bogotá, asumiendo esta tarea los cuadros con mayor formación militar, como Bateman, Iván Marino Ospina, Gustavo Arias Londoño “Boris” y Lucho Otero.
Lucho Otero ayudó a configurar lo que se conocería por parte de Jorge Castañeda como los grupos de la "Segunda Ola" en referencia a aquellas guerrillas que acogieron el accionar urbano.
Entre las hazañas realizadas por Lucho Otero, conocido entre sus compañeros como el cerebro de la organización, ya que era experto en inteligencia y contrainteligencia urbana, se encuentran, el plan para rescatar a Boris del hospital de la Hortua, El plan de escape de la cárcel la Picota de Iván Marino Ospina y Elmer Marín, y su mas famosa acción la toma de la embajada de república dominicana.
La acción de la toma de la embajada nació en la VII conferencia nacional del M-19, donde Bateman encomendó a Lucho Otero la labor de liberar a los presos políticos del Eme, caídos a razón de la represión por el robo de 7000 armas del cantón norte del ejercito en Bogotá, por parte del M-19, así como la liberación de presos políticos de las demás organizaciones revolucionarias.
El plan se basaba en la toma de una sede diplomática, con embajadores de gran poder político, los cuales se canjearían a cambio de los presos políticos.
Se escogió la embajada de República Dominicana, por ser más fácil de penetrar, además de la cercanía de su fecha nacional, el 27de febrero.
Ya se tenían contactados los integrantes del comando y la elaboración del plan cuando un día Bateman le pregunto a Lucho Otero:
“¿ usted ha pensado en quién va a asumir la dirección de lo de la embajada? “
Entonces lucho le contesto : “ Aquí no hay sino dos personas que pueden dirigir esa cosa, usted o yo. Y como usted no puede ir entonces voy yo”.
Entonces según Lucho Otero sucedió lo que para el era la mayor desilusión de la vida, Bateman le respondió:
“ Pues usted tampoco va a ir va a ir Rosemberg Pabon”
Esto debido a que Lucho Otero era el único contacto con Bateman por fuera y si el asumía la embajada ya no podría continuar ese contacto debido al carácter de la toma.
Posteriormente Lucho Otero fue puesto preso por el ejército y juzgado en el consejo de guerra de la Picota, pero salió en libertad gracias a la amnistía firmada por Belisario Betancur.
El Fin de la vida de Lucho Otero llegaría el 6 de Noviembre, cuando dirigía el comando Iván Marino Ospina, en la “Operación Antonio Nariño Por Los Derechos del Hombre”, mas conocida como la toma del palacio de justicia, para realizar un juicio político a Betancur, por traicionar los acuerdos de cese al fuego firmados en el Hobo y Corinto en 1984. Lucho Otero diseño y asumido como comandante porque tenía una amplia experiencia en estrategia y organización militar, y reconocida capacidad de negociación.
Debido a filtraciones en el movimiento y captura de dos militantes con planos del palacio de justicia, el operativo había sido descubierto por las fuerzas de seguridad del estado, entonces días antes de la toma, un conocido de Lucho Otero le comento sobre el plan del ejercito para aniquilar tanto al comando guerrillero, y a los magistrados de la corte, quienes ya habían dictado sentencias contra militares por su violación de los derechos humanos, y entonces Lucho Otero contesto:
" Ya lo sabemos, pero ese es el costo de la revolución. Además vamos a
Estar con la Corte Suprema y el gobierno no va a dejar que les pase nada”.
“Y no se le olvide que soy el hombre de acero", dijo en referencia a los
Implantes de platino que le habían colocado tras resultar herido en Bahía
De Cochinos, Cuba.
Ya cuando la operación estaba en desarrollo y buscando un alto al fuego con el ejército se produjo esta conversación entre el general Delgado Mallarino y Lucho Otero:
General Mallarino:
"usted está rodeado. Si se rinde ,salvará un gran número
De vidas incluida la suya".
Otero Responde:
"Este no es el medio para aceptar su ofrecimiento. Nosotros conocemos su
Política respecto a nuestras vidas. El M-19 vino al Palacio a conducir una
Operación político-militar de vital importancia para el país".
Mallarino Responde:
"Reflexione y lo vuelvo a llamar".
Otero Contesta:
"Si eso es todo lo que tiene que decir, el general no necesita volver a
Llamar".
Así concluyo la vida de este gran guerrero, del estratega militar y fundador del M-19, quien mantuvo siempre la fuerza, la dignidad y el valor, y dio la vida luchando por lo que el creía y por lo que todos necesitamos, una patria mejor.
¡Porque Un Soldado de Bolívar No Se Rinde!
Colectivo Juvenil Luis Otero
Carta a mis amigos Rodolfo Walsh
Carta a mis amigos Rodolfo Walsh
Hoy se cumplen tres meses de la muerte de mi hija, María Victoria, después de un combate con fuerzas del Ejército. Sé que aquéllos que la conocieron la han llorado. Otros, que han sido mis amigos o me han conocido de lejos, hubieran querido hacerme llegar una voz de consuelo. Me dirijo a ellos para agradecerles pero también para explicarles cómo murió Vicki y por qué murió.
El comunicado del Ejército que publicaron los diarios no difiere demasiado, en esta oportunidad, de los hechos. Efectivamente, Vicki era oficial 2° de la Organización Montoneros, responsable de la prensa sindical, y su nombre de guerra era Hilda. Efectivamente estaba reunida ese día con cuatro miembros de la Secretaría Política que combatieron y murieron como ella.
La forma en que ingresó a Montoneros no la conozco en detalle. A los 22 años, edad de su posible ingreso, se distinguía por decisiones firmes y claras. Por esa época comenzó a trabajar en el diario "La Opinión" y en un tiempo muy breve se convirtió en periodista. El periodismo en sí no le interesaba. Sus compañeros la eligieron delegada sindical.
Cómo tal debió enfrentar en un conflicto difícil al director del diario, Jacobo Timerman, a quien despreciaba profundamente. El conflicto se perdió y cuando Timerman empezó a denunciar como guerrilleros a sus propios periodistas, ella pidió licencia y no volvió más.
Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su marido, Emiliano Costa, fue detenido a principios de 1975 y no lo vio más.
La hija de ambos nació poco después. El último año de vida de mi hija fue muy duro. El sentido del deber la llevó a relegar toda satisfacción individual, a empeñarse mucho más allá de sus fuerzas físicas. Como tantos muchachos que repentinamente se volvieron adultos, anduvo a los saltos, huyendo de casa en casa. No se quejaba, sólo su sonrisa se volvía más desvaída.
En las últimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo detenerse a llorarIos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicación en el frente sindical que era su responsabilidad.
Nos veíamos una vez por semana, cada quince días. Eran entrevistas cortas, caminando por la calle, quizá diez minutos en el banco de una plaza. Hacíamos planes para vivir juntos, para tener una casa donde hablar, recordar, estar juntos en silencio. Presentíamos, sin embargo que eso no iba a ocurrir, que uno de esos fugaces encuentros iba a ser el último, y nos despedíamos simulando valor, consolándonos de la anticipada pérdida.
Mi hija no estaba dispuesta a entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada. Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación.
Sabía perfectamente que en una guerra de esas características, el pecado no era no hablar, sino caer. Llevaba siempre encima una pastilla de cianuro, la misma con que se mató nuestro amigo Paco Urondo, con la que tantos otros han obtenido una última victoria sobre la barbarie.
El 28 de setiembre, cuando entró en la casa de la calle Corro, cumplía 26 años. Llevaba en brazos a su hija porque a último momento no encontró con quién dejada. Se acostó con ella, en camisón. Usaba unos absurdos camisones blancos que siempre le quedaban grandes.
A las siete del 29 la despertaron los altavoces del Ejército, los primeros tiros. Siguiendo el plan de defensa acordado, subió a la terraza con el secretario político, Molina, mientras Coronel, Salame y Beltrán respondían al fuego desde la planta baja.
He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas, el cielo amanecido, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP emplazados, el tanque. Me ha llegado el testimonio de uno de esos hombres, un conscripto.
"El combate duró más de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba. Nos llamó la atención la muchacha porque cada vez que tiraba una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía."
He tratado de entender esa risa. La metralleta era una Halcón y mi hija nunca había tirado con ella, aunque conociera su manejo por las clases de instrucción.
Las cosas nuevas, sorprendentes, siempre la hicieron reír. Sin duda era nuevo y sorprendente para ella que ante una simple pulsación del dedo brotara una ráfaga y que ante esa ráfaga 150 hombres se zambulleran sobre los adoquines, empezando por el coronel Roualdes, jefe del operativo.
A los camiones y el tanque se sumó un helicóptero que giraba alrededor de la terraza, contenido por el fuego. "De pronto, dice el soldado, hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablamos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo.
'Ustedes no nos matan' dijo el hombre 'nosotros elegimos morir'. Entonces se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros."
Abajo ya no había resistencia. El coronel abrió la puerta y tiró dos granadas. Después entraron los oficiales. Encontraron a una nena de algo más de un año, sentadita en una cama, y cinco cadáveres.
En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota de lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella: vivió para otros, y esos otros son millones.
Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy yo quien renace de ella.
Esto es lo que quería decir a mis amigos y lo que desearía de ellos es que lo transmitieran a otros por los medios que su bondad les dicte.
Rodolfo Walsh, diciembre de 1976
sábado, 18 de abril de 2009
SON LA DIVISA...POEMA TUPAMARO
Milonga al Fusilado
jueves, 16 de abril de 2009
La Chiqui De Carne Y Hueso
Una guerrilla victoriosa, con una publicidad audaz y de gran eficacia, la deslumbró. Carmenza Cardona Londoño entró al M19 a finales de los 70. Y llegó a convertirse en la guerrillera más famosa. Su fama, a raíz de la toma de la embajada dominicana por ese grupo, traspasó las fronteras del país.
Sin embargo, contrariando pronósticos, su historia no es una gesta heroica.
Carmenza Cardona Londoño, la Chiqui , nació en Cartago (Valle del Cauca) el 15 de julio de 1953. Su padre era carpintero y su madre forraba botones, criaba pollos y vendía helados para ayudar al sostenimiento de la familia. Por las actividades de sus padres eran muy populares y ahora lo siguen siendo por cuenta de la Chiqui .
A los siete años, mientras se columpiaba, se cayó y se lesionó el coxis. A pesar de haberse sometido a cuatro penosas operaciones, con largas convalecencias, nunca logró curarse. Los dolores reaparecían cada vez que abusaba de las actividades físicas. Tal vez por eso privilegió el canto, la música y la actuación mientras sus amigas bailaban, nadaban o corrían. Y seguramente por esa limitación física se hizo una mujer que estaba dispuesta siempre a ayudar a los demás y a ganarse la voluntad ajena a punta de detalles y de ser querida.
A pesar de su baja estatura, 1,55 metros, no pasaba desapercibida. En su rostro sobresalían unos grandes ojos negros y una cejas pobladas, también muy negras, que la hacían inconfundible.
A pesar que, durante toda la negociación, salía con capucha, su familia y sus paisanos siempre supieron que la negociadora del M19 no podía ser otra que la Chiqui . Lejos estaban los días en que seducida por la fama y recién salida del colegio, quiso probar fortuna como actriz. Una amiga la convenció de que se hiciera unas fotos desnuda y las enviara a Cali. Ella las envió, pero nunca le respondieron. Un año después de su muerte, estas fotos se publicaron en la revista Cromos, en una crónica que, sobre su vida, escribió la periodista Ligia Riveros.
De maestra a guerrillera Comenzó varias carreras, entre ellas antropología, pero no terminó ninguna. Así como no se podía estar quieta, tampoco se podía concentrar. Mientras probaba profesiones trabajó como maestra en el Valle. Ahí conoció a Rosemberg Pabón, vallecaucano y maestro como ella. Y ahí comenzó su militancia en la guerrilla.
Era el final de década de los 70. El M19, en una acción sin antecedentes, asaltó las instalaciones militares del Cantón del Norte en Bogotá y le robó al Ejercito de cinco mil armas. Esta acción desató la más encarnizada persecución contra miembros y auxiliadores.
En el primer mes de los años 80 la mitad de los integrantes del M19 fue detenido. En la Séptima Conferencia, reunida por ese motivo, Jaime Bateman Cayón, comisionó a uno de sus estrategas la realización de un operativo para obligar a que el Gobierno liberara a sus compañeros encarcelados y de paso a unos doscientos cincuenta presos políticos más, de otras organizaciones.
Los comandantes regionales presentaron a sus mejores hombres y mujeres.
La Chiqui resultó convocada por Pabón, quien comandó la acción bajo el nombre del Comandante Uno. Los dos vivían un romance.
Por eso entrenaba todos los días hasta que las fuerzas no le daban más. Le pedía a su columna que le permitiera, por primera vez, resistir al esfuerzo físico, tener agilidad y lograr rapidez. Sin embargo, para ninguno era un secreto su regular estado físico. Por eso, Luis Otero consiguió un chaleco antibalas y en el momento de hacer entrega de las sudaderas, las tulas y los balones, se lo entregó.
A regañadientes lo aceptó porque consideraba que se iba a ver muy gorda y sobre todo, que el peso le quitaría agilidad. El chaleco le salvaría la vida.
Amor y guerra De los 16 guerrilleros, tres eran parejas y otros dos se enamoraron en la Embajada. A los dos días del asalto, el Gobierno aceptó negociar. Cuando el Comandante Uno designó a la Chiqui como negociadora, pocos cuestionaron el nombramiento porque ella se destacaba por su posición radical y por su excelente capacidad de comunicación.
Sin embargo, los más suspicaces consideraron este nombramiento como vulgar nepotismo y con el paso de los días aseguraban que a los dos comandantes se les había subido los humos .
Nos debatíamos entre el odio y el amor hacia la Chiqui , relata en su libro Escrito para no morir la antropóloga María Eugenia Vásquez, y agrega que siempre fue mal visto que ellos dos pudieran dormir juntos mientras las otras parejas no gozaban de ese privilegio, o que siempre tuvieran en su mesa de noche mermelada y botella de vino.
La Chiqui , sin embargo, no desperdiciaba la ocasión para hacer proselitismo entre sus compañeros y con los rehenes. Siempre tuvo la frase apropiada para superar los debates internos, o un gesto de cariño para el que lo necesitaba o algún detalle especial para alguno de sus compañeros o para algún rehén que caía en la tristeza y en la melancolía.
Los embajadores de Venezuela y de México hicieron pública su preferencia hacia ella en diversas ocasiones. Con el Embajador de México se llegó a rumorar que vivía un romance. A él siempre se le vio calmándola cuando se salía de sus casillas ante la lentitud de las negociaciones y por su radicalismo.
Durante esos 56 días la Chiqui acaparó la atención nacional y mundial. Era ella la que atendía a los periodistas que se apostaron frente a la Embajada, en la que se conoció con el nombre de Villa Chiva y fue ella junto con Rosemberg, quienes se robaron el show a su llegada a Cuba. La Chiqui se puso frente a los micrófonos, que le pusieron periodistas del mundo entero, y habló durante 15 minutos con vehemencia sobre la situación del país.
Viuda de un vivo
Una vez en Cuba, la Chiqui rompió su relación con Rosemberg porque se enamoró de otro guerrillero. Sus superiores le pidieron que no hiciera público su romance y que guardara viudez por un tiempo, en atención a que el novio seguía enamorado de ella.
Desatendió la orden: no aceptó ser viuda de un vivo y vivió su nuevo amor de cara al malecón y a la luz del sol caribeño. Por esta desobediencia fue relevada de su posición y se le impidió opinar en las reuniones.
Así comenzaron sus desgracias. La lesión en la espalda reapareció. Los médicos le dictaminaron una nueva operación a la que se negó. Al regresar al país, solicitó que la dejaran ir al Salvador, pero su petición no fue atendida. La enviaron a pelear al Chocó.
Ella y la mayoría de los de su grupo fueron abatidos por el Ejército, en duros combates en medio de la selva. De su muerte pocos se enteraron, salvo un homenaje que le hizo Eduardo Caballero Calderón, en una columna que tituló Réquiem por La Chiqui . Su fuerza de carácter y su calidez fueron claves para el éxito de la negociación.
Sin embargo, han tenido que pasar dos décadas para que se le otorgue a Carmenza Cardona Londoño su lugar en ese trozo de historia nacional.