Con un mes de diferencia se cumplirán en los próximos días los aniversarios de dos hechos históricos. Dos acontecimientos separados por el tiempo pero unidos por un hilo común. El 17 de diciembre se conmemorarán los 167 años de la muerte de Simón Bolívar en Santa Marta. Y el 17 de enero de 1998 se cumplirán 24 añosdel robo de una de sus espadas de la Quinta de Bolívar, en Bogotá. Dos hechos que, a pesar de la gran distancia que los separa en el tiempo, tienen relación entre sí.
Con el deceso del Libertador, en 1830, murió su proyecto político latinoamericanista. Con el robo de su espada, 153 años después, un grupo de jóvenes pretendió desenterrar los ideales bolivarianos en un hecho que fue punto de partida de una de las guerrillas más singulares del continente: el M-19. La historia de los 17 años de lucha urbana y rural del grupo insurgente ha sido ampliamente documentada. No obstante, hay un cuento que nadie ha narrado aún con precisión: el de la espada. Dónde estuvo oculta todo ese tiempo y quiénes la custodiaron fueron los secretos mejor guardados de esa organización insurgente. El sigilo con el que se manejó siempre este asunto fue uno de los factores que alimentó el mito alrededor de ella. La mayoría de los protagonistas que podían revelar la verdad de lo ocurrido están muertos. Algunos de los que sobrevivieron y saben algo prefieren permanecer callados. Otros, en cambio, decidieron hablar y contar lo mucho o poco que recuerdan al respecto. Esta es su historia y la de la espada del Libertador.
Para que sirve una espada
El 17 de enero de 1974, el día que el M-19 se llevó la espada de la Quinta, las autoridades encontraron un comunicado que decía: "Bolívar no ha muerto. Su espada rompe las telarañas del museo y se lanza a los combates del presente. Pasa a nuestras manos. Y apunta ahora contra los explotadores del pueblo". Pero ninguno de sus miembros imaginó el alboroto que se iba a armar en el país por este hecho. Jaime Bateman, más conocido como 'El Flaco', comandante general del movimiento, se dio cuenta de esto y lo comentó en una entrevista con el politólogo Alfredo Molano: "Cuando dimos el golpe, a la izquierda se le creó un gran problema, una contradicción, robarse la espada de Bolívar, ¿y eso para qué? Pero a partir de entonces la gente comenzó a buscarnos. Todos nos buscaban: la izquierda para meterse al M-19 y el Ejército para meternos en la cárcel".Ambos hechos fueron ciertos. El golpe de la espada atrajo a muchas personas. Un año después del suceso el grupo inicial de 30 militantes se había ampliado, de acuerdo con la investigadora y ex miembro del M-19 Stella Sacipa, a 200 hombres con armas y otros tantos desarmados. Por su parte, para los militares recuperar la espada se convirtió en un asunto de honor.
Algunos historiadores sostienen que aquellos recurrieron inclusive a la ayuda de brujos y adivinos para encontrarla. El general José Joaquín Matallana, quien dirigió el Departamento Administrativo de Seguridad _DAS_ en 1976, fue uno de los que la buscó con más ahínco. La clave para que no la hallaran entonces ni después fue la 'compartimentación'. Esta fue una técnica inventada por los Tupamaros uruguayos, y consistía en que cada miembro de la organización sabía y conocía sólo lo estrictamente necesario. Los Montoneros argentinos la aplicaron con mucho éxito y el M-19 siguió su ejemplo para cuidar la espada. Por eso los únicos que siempre supieron su ubicación fueron dos o tres personas con rango de comandante. Si a lo anterior se suma la lealtad de quienes la cuidaron y una buena dosis de suerte, puede entenderse porqué la espada nunca cayó en manos de las autoridades. Permaneció 17 años en la clandestinidad y su imagen le dio fuerza al M-19. La espada atravesada sobre un mapa de Colombia se convirtió en el símbolo del movimiento y de uno de sus proyectos más ambiciosos: el Batallón América, un ejército bolivariano integrado por guerrilleros de varios países. Además, en los combates o durante los consejos de guerra a sus militantes siempre se les escuchó gritar la misma proclama: "¡Bolívar, tu espada en pie de lucha, ayer, hoy y siempre!". Un santuario para la espadaMes y medio o dos meses después del robo tres hombres del M-19, Bateman entre ellos, se movilizaron en un campero Willys rojo de la organización hacia el centro de Bogotá. Fue un día domingo. Entre las 9:30 y las 10 de la mañana se parquearon cerca de la calle 22 con tercera. 'El Flaco' les pidió a 'El Indio' _un militante del M-19_ y al conductor que lo esperaran.
Al rato regresó con algo en las manos y les dijo a sus acompañantes, según recuerda 'El Indio':"Ya tenemos la niña otra vez. Estaba donde las putas". Bateman les mostró la espada: estaba envuelta en una manta y guardada dentro de una tula. El grupo se dirigió entonces al barrio Santafé, a la carrera 16A Nº 23-35: la casa del poeta León de Greiff. Muchos años antes de que apareciera el M-19, Alvaro Fayad, 'El Turco', su primo Luis y una compañera que prefiere no ser mencionada estaban parados en la puerta de la cafetería central de la Universidad Nacional. De repente se les acercó un hombre y les dijo: "Yo soy León de Greiff y soy poeta. ¿Puedo tomar café con ustedes?". El trío de jóvenes quedó atónito. Ese día tomaron café y hablaron de libros con el maestro. Luego él los invitó a su casa.
"Cuando llegamos sentimos la misma emoción que debe sentir un creyente cuando entra en un santuario", recuerda la mujer que después se convirtió en una de las fundadoras del M-19. A partir de ese día el grupo visitó al maestro con regularidad. Esta cercanía y el contacto que tuvo desde un comienzo el M-19 con reconocidos intelectuales fue lo que facilitó a los dirigentes de la organización proponerle al poeta León de Greiff que guardara la espada. El se sintió halagado por la propuesta. 'El Indio', que entonces coordinaba las relaciones del movimiento con los artistas, dice que de Greiff "siempre se mostró muy amigo de Bolívar, de su causa, del símbolo, del M-19 y de su irreverencia. El poeta se sentía muy orgulloso de ser el custodio de la espada". El domingo en que Bateman llegó a entregársela De Greiff no ocultó su satisfacción. En su casa, de acuerdo con la versión de 'El Indio', la limpiaron, luego la envolvieron en la manta, la metieron en la tula y la dejaron encima de unos libros en el segundo piso. En la casa del poeta, aseguran los que supieron que estuvo allí, el arma estuvo segura. La militante del M-19, que conoció al maestro el mismo día que los Fayad, asegura que durante un tiempo la espada se guardó también "debajo de una mesa de comedor que tenía el maestro, una de esas mesas antiguas de madera". 'El Indio' dice que Bateman sacó la espada de su refugio por lo menos en dos ocasiones para celebrar reuniones especiales. De esto no hay ninguna constancia ni nadie que confirme o desmienta la versión. Lo más probable, de acuerdo con los datos disponibles, es que la espada haya estado en la casa del poeta hasta 1976. Ese año, según personas que conocieron la historia por boca de Carlos Pizarro y de Bateman, la familia del maestro buscó a la gente del M-19 para que se la llevara porque él estaba muy enfermo.
Tres años de misterio
Entre 1976 y 1979 el paradero de la espada es todavía un misterio. No hay manera de confirmar si fue Gustavo Arias, alias 'Boris', quien la recogió donde el maestro De Greiff después de su muerte el 23 de abril de 1976 y, si así fue, de saber a dónde la llevó. Lo lógico, si hubo compartimentación de la información, es que Fayad y Bateman hayan movido y escondido la espada esos años. Pero lo cierto es que durante tres años el arma del Libertador estuvo en reposo. Incluso se construyó un sofá para guardarla, el cual permaneció en un lugar desconocido hasta ahora. También estuvo metida dentro de un tubo de PVC. Varios miembros de la organización coinciden en afirmar que en este período sus guardianes fueron artistas e intelectuales pero sólo se conoce el nombre de uno de ellos: Luis Vidales. Este poeta quindiano, autor de Suenan timbres, una obra considerada de vanguardia por la crítica literaria, era un hombre cercano en sus afectos a la corriente de pensamiento del M-19 puesto que en su juventud, en 1928, había sido uno de los fundadores del Partido Socialista de los Trabajadores _PST_. Además su hijo Carlos llegó a ser oficial mayor de la organización. En 1979 los militares estaban tras la pista de la espada. Encontrarla era una de sus prioridades, junto con la recuperación de más de 5.000 armas que había robado el M-19 del Cantón Norte. El 15 de enero de 1979 fue capturado en Cali Iván Marino Ospina. Durante los interrogatorios a que fue sometido le preguntaron con insistencia por la espada. El siempre respondió, según una de sus compañeras, que la habían metido dentro de un bloque de cemento que luego habían lanzado al río Magdalena. Este cuento no era del todo falso. La espada sí fue escondida dentro de un bloque y 'El Mono Pedro' se enteró de que con ese disfraz permaneció en el jardín de una casa que alguna vez allanó el Ejército. Fue una de las dos veces en que, según contó Fayad a Arjaid Artunduaga _uno de los fundadores del M-19_, los militares estuvieron cerca de ella.
El lugar preciso donde estuvo el bloque es un enigma. Lo cierto es que luego fue trasladado a un apartamento ubicado dentro de una casa del elegante barrio Santa Bárbara. ¿Cuándo llegó el arma a este lugar? No se sabe. Sí se conoce, en cambio, que allí Bateman sacó la espada del cemento, la limpió y la envolvió junto con los espolines en papel periódico. Ambos objetos los guardó detrás de unos libros en la biblioteca. Una mujer quedó encargada de su cuidado: "Era muy rico tenerla pero también un tormento muy terrible". Durante el mismo año, entre los meses de mayo y junio, la espada tuvo que ser movida de nuevo porque había caído preso un militante que conocía el barrio en el que estaba escondida. En esa ocasión Bateman, Fayad y Carlos Toledo, 'El Comandante Amable', decidieron sacarla de la ciudad. Con la ayuda de un físico y de Afranio Parra _que con el tiempo fue uno de los comandantes del M-19_, según la versión que contó 'El Turco' en dos entrevistas, engrasaron la pieza con vaselina, luego la envolvieron con estopa, le echaron otra capa de grasa, una más de alquitrán y la metieron en una caja de madera.Con esta carga Fayad y Bateman salieron de Bogotá en un Renault. Para que la cosa se viera más natural y pareciera un trasteo llevaban dentro del carro otros chécheres. Los dos iban armados. En las afueras de la capital los dos comandantes del M-19 se encontraron con Toledo y acordaron tomarse fotos con la espada. Para hacerlo tuvieron que devolverse a buscar una cámara fotográfica. En el lugar donde se la prestaron, le relató 'El Turco' a Olga Behar, "desempacamos la espada, nos paramos con ella y descubrimos que ninguno sabe tomarla. Pero lo intentamos por turnos: Toledo nos saca a Pablo (Bateman usaba este seudónimo) y a mí con la espada, luego yo a Toledo y a Pablo, y así". Después de esta sesión la espada fue llevada hasta una finca, donde permaneció enterrada por un tiempo. A una militante del grupo le contaron muchos años después que esta casa campestre pertenecía a un reconocido político colombiano. Hasta ahora ella no ha podido confirmar este detalle.El 18 de junio de 1979 se inició la VII conferencia nacional del movimiento
. En ella se discutió la seguridad de su símbolo. El Ejército la había buscado en la tumba del poeta León de Greiff, había detenido a uno de sus hijos, el ajedrecista Boris, y también al escritor Luis Vidales, de 74 años. La retención de éste último provocó una oleada de indignación a la cual respondió el general Luis Carlos Camacho Leyva, ministro de Defensa en esa época, con una frase lapidaria: "Aquí no hay poeta que valga". A Vidales, según relató Gabriel García Márquez en una de sus columnas, "se lo llevaron vendado a las caballerizas militares y allí lo mantuvieron varios días, en el que ha de quedar para la historia como el episodio más sombrío no sólo de la presidencia del doctor (Julio César) Turbay Ayala, sino de su propio destino personal. El poeta no recibió nunca una explicación satisfactoria del atropello".
Ultimos días en ColombiaA finales de octubre de 1979 'El Turco' fue detenido por el F-2 en el barrio El Nogal. Eran las 10 de la mañana y el dirigente del M-19 se dirigía a la cafetería Le Pettit Café a cumplir una cita con Luis Otero _otro de los líderes del M-19, a quien se debe la idea de robarse la espada del Libertador_. Fayad siempre sostuvo que una hora antes había cambiado la espada de sitio. Durante los interrogatorios a que lo sometieron durante los días siguientes a su captura le preguntaron con insistencia por ella. El respondió siempre lo mismo: "La espada de Bolívar está en manos de nuestro comando superior. ¡La tiene la organización y la guardará hasta el triunfo!".
Esto no era cierto. En ese momento la espada estaba enterrada en la finca antes mencionada. Para evitarle más problemas a la gente de la organización y garantizar de una vez por todas la seguridad de la espada, Bateman decidió sacarla de Colombia. La operación se realizó con ayuda de los amigos que tenía el comandante del M-19 fuera del país. En algún momento durante 1980 el movimiento realizó una operación de película para movilizarla. Una noche su última guardiana la sacó, acompañada por otro militante, en un automóvil. Aprovecharon la oscuridad y un apagón generalizado que había en la ciudad para entregársela, de carro a carro, a un extranjero. Hasta ahí supo ella. Luego se enteró, por fuentes fidedignas, que la espada había salido de Colombia en una valija diplomática y llegado a Cuba. ¿Qué diplomático la sacó y cuándo? ¿Por qué ruta? ¿Quién la custodió en la isla? Son preguntas sin respuesta. Los dirigentes del M-19 que están vivos no quieren decir nada al respecto e incluso tienen otra versión de lo ocurrido. En la isla este asunto ha sido considerado siempre un secreto de Estado. En esa época fue que Bateman conversó en Panamá con Everth Bustamante sobre la necesidad de crear la Orden de la Espada. Esta fue la última noticia que se tuvo del arma del Libertador por mucho tiempo.
La orden y los guardianes
En 1986 el M-19 estaba bastante golpeado. Varios de sus dirigentes más importantes habían muerto y la toma del Palacio de Justicia había sido un desastre. Ante la opinión pública nacional e internacional no eran más que unos viles terroristas y asesinos de magistrados. La organización necesitaba hacer algo y los dirigentes de la secretaría de relaciones internacionales pensaron en retomar el cuento de la Orden. "Ese fue un momento crucial: la paz estaba envolatada, muchos compañeros muertos, la imagen del movimiento por el suelo. Con la Orden de los Guardianes de la Espada se quiso retomar la iniciativa, recuperar el valor de ese símbolo", dijo Rafael Vergara, miembro de la secretaría por esos días. El, Everth Bustamante y Antonio Navarro contactaron a varias personas en México y les contaron el plan. La idea era crear un grupo de personas o instituciones que cuidaran la espada de manera simbólica. Los 12 elegidos tenían en común, a los ojos de los representantes del M-19, una historia de lucha contra el imperialismo por la democracia y la soberanía nacional.
A cada uno de ellos (ver recuadro) se le obsequió una réplica de la espada en oro y un pergamino que los acreditaba como miembros de la Orden. Mandar a hacer la espada fue un problema porque ninguno la había visto. Solucionaron el problema, según Bustamante, pidiéndoles a los cubanos que les enviaran una fotografía de la misma. La mayoría de los estuches negros con la réplica y los respectivos pergaminos fueron entregados a sus dueños por Bustamante. Antonio Navarro hizo lo propio con la que se le concedió de manera póstuma al general Omar Torrijos. Sólo dos de las espaditas no llegaron a su destino. La del poeta Mario Benedetti, que nunca logró ser contactado, y la del escritor Eduardo Galeano. A éste Vergara y Humberto Ruiz se la enviaron con un periodista y ex militante de los Tupamaros. Nadie sabe qué le pasó al hombre. Vergara se encontró después con Galeano en un Festival de Cine de Cartagena. Ahí el uruguayo le confirmó que nunca había recibido nada pero que sabía de la inclusión de su nombre en la lista de Guardianes y se sentía muy halagado por ello. La Orden se dio a conocer en público el 24 de julio de 1987 en otro natalicio del Libertador.
Ese mismo año tuvo lugar una propuesta de Carlos Pizarro _comandante general del M-19_ a las Farc, que se mantuvo en secreto hasta la reinserción del movimiento a la vida civil. Pizarro, según un funcionario que oyó la historia, se reunió con el secretariado de las Farc para arreglar las diferencias que tenían y lograr su vinculación a la Coordinadora Nacional Guerrillera _CNG_. En medio de la reunión el denominado 'Comandante Papito' soltó una idea que consideraba genial. En su opinión, el símbolo de la unidad guerrillera debía ser una imagen de 'Tirofijo' montado sobre un caballo blanco con la espada de Bolívar empuñada en la mano. La gente del secretariado no le siguió la cuerda a Pizarro pero es probable que ahí haya nacido el cuento de que la espada estuvo en manos de Jacobo Arenas en el campamento de Casa Verde.
El regreso
En octubre de 1989 la X conferencia nacional del M-19 decidió dejar las armas, reintegrarse a la vida civil y constituirse en un movimiento político legal. Sólo faltaba arreglar el asunto de la espada. Había que traerla de regreso al país y acordar las condiciones para su entrega. De acuerdo con dos personas que no pertenecieron al movimiento pero sí tuvieron contacto con él durante el proceso de paz, en diciembre de 1989 la espada del Libertador estuvo guardada en la embajada de Cuba en Panamá. Luego del día 21, cuando tuvo lugar la invasión de los marines norteamericanos, el lugar fue evacuado y el arma que tanto representaba para los colombianos quedó a la deriva. Los cubanos y los colombianos temían, con razón, que los estadounidenses la encontraran y se la llevaran. ¿Se perdió la espada durante el ataque militar que tumbó al general Manuel Antonio Noriega? Algunas personas creen que sí. Otras sostienen, en cambio, que regresó a Cuba sana y salva. Entre agosto y septiembre de 1990 Antonio Navarro, cabeza del movimiento desde el asesinato de Pizarro, fue convocado a un debate en el Congreso. El senador Pablo Victoria quería saber por qué su organización no le había devuelto la espada al gobierno.
Ahí fue cuando Navarro reconoció lo siguiente: "Sabemos cómo llegar a ella pero no sabemos quién la tiene". La respuesta no dejó satisfechos a amplios sectores de la sociedad. En noviembre el M-19 puso unos avisos en el periódico buscando la espada. ¿En realidad no sabían sus dirigentes dónde estaba o, como se llegó a rumorar, los cubanos no querían entregársela a Navarro? Mientras tanto un militante seguía preparando la entrega tal y como la había soñado Pizarro. La idea de éste, como se la contó en una entrevista en 1989 al publicista Angel Becassino, era bien corrida: "Creo que vamos a tener que hacer un Woodstock latinoamericano para definir qué hacemos con ella". El militante en mención ya había hecho los contactos para crear una fundación latinoamericana, con sedes en los países bolivarianos, dedicada a estimular el deporte, el arte y la educación. Se acordaría que en cada lugar la espada permanecería dos años, al cabo de los cuales se haría un gran evento de integración. Cuando Navarro anunció por televisión que iba a entregarla el proyecto se quedó en el aire. Al parecer la devolución de la espada fue una de las exigencias que hizo el gobierno a los dirigentes del M-19 para realizar la Asamblea Constituyente. A mediados de enero de 1991 Arjaid Artunduaga viajó a Cuba a traer la espada. Según cuenta, en la isla recogió el arma y con ella ingresó por Venezuela "en una operación sigilosa y clandestina porque no queríamos correr el riesgo de que nos robaran ese zuncho".
El 29 de enero Otty Patiño y Laura de Pizarro visitaron la Quinta de Bolívar para coordinar los detalles de la ceremonia de entrega con la directora del museo, Diana Torres de Ospina. Antes de irse Patiño le preguntó a ella: "Oiga, ¿y este lugar sí es lo suficientemente seguro como para guardar la espada?". Dos días después, en una ceremonia que indignó a muchos de los militantes del M-19, Laura de Pizarro le entregó la espada, sobre una bandera de Colombia, a Antonio Navarro. Este se la pasó después a un grupo de niños, hijos de los comandantes del movimiento. Ese mismo día la espada fue llevada por orden del presidente César Gaviria al Banco de la República. Una persona que prefiere mantener su identidad en reserva se enteró que al día siguiente Francisco Ortega, gerente del Banco, llamó a Gaviria. Sin ocultar su preocupación Ortega le preguntó: "¿Qué hago yo con la espada de Bolívar?". La fuente dice que el Presidente le respondió: "Yo de usted lo único que haría sería guardarla muy bien para que no se la vuelvan a llevar". Hasta el día de hoy, según el Banco, la espada permanece guardada en una cajilla de seguridad.
Interesante historia. Mi padre, Luis Vidales, sí la tuvo en sus manos (lo cual era complicado porque mi padre era del PC, y este partido no nos tenía mucho cariño a los del M19 por aquella época). Mi padre tuvo que ser doblemente clandestino: frente al gobierno y frente a su propio partido. Pero tomó todo esto con el humor de siempre, como si estuviera escribiendo un poema más de "Suenan Timbres". Saludos.
ResponderEliminarDure buscando en internet sobre este tema, por fin lo logre, historias que solo escuchaba de mis padres... ahora he leido bastante del movimiento que sin lugar a dudas fue el mejor organizado de America
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