El nombre del "operativo", más populista que castrense, parecía inventado por el M-19: "Oíga, caleño, vea". Sin embargo se trataba, por el contrario, de una operación dirigida contra el M-19, en la cual participaron fuerzas conjuntas de la III Brigada del Ejército, del DAS, del GOES y de la Policía Metropolitana de Cali (más de quinientos hombres, o cerca de mil, según algunas versiones de radio y prensa), y que culminó con la muerte de Iván Marino Ospina, hasta hace pocos meses jefe máximo de esa organizaeión guerrillera .
El jefe subversivo y uno de sus compañeros, identificado como Gerardo Ospina, cayeron a las seis y media de la mañana del miércoles 28 de agosto, tras una hora de combate. Pero eso es tal vez lo único claro de todo el episodio. Lo demás, como suele suceder últimamente con todos los asuntos que se refieren a la guerra y a la paz, está rodeado de ambiguedades, contradicciones y misterios.
En efecto, las versiones difieren considerablemente de acuerdo con quien las da. Si provienen del comandante de la III División, general Fernando Gómez Barros, quien dio una rueda de prensa la tarde del mismo miércoles; o si de los comunicados oficiales de la Policía Metropolitana; o si de Afranio Parra, miembro del Comando Superior del M-19, quien también convocó, en la noche del jueves, a algunos periodistas a otra rueda de prensa clandestina en el barrio caleño de Siloé, en medio de veinte hombres armados (entre ellos algunos que, según dijeron, habían acompañado a Iván Marino Ospina en la casa sitiada casi hasta el último minuto).
O si, en fin, de los vecinos de la casa interrogados por SEMANA. Una casa grande, cara -la compró hace tres meses por once millones de pesos el M-19 a nombre de la madre de Elmer Marín, compañero de fuga de Iván Marino de la cárcel de la Picota, muerto más tarde en el Chocó- situada en el número 5-91 de la carrera 25 Oeste, en el barrio Los Cristales. Es un barrio habitado por nuevos ricos y "algo de mafia", dicen los informantes de SEMANA, separado por un cerrito boscoso del barrio Siloé, que es uno de los fortines del M-19 en Cali. Prácticamente en ningún aspecto del asunto están de acuerdo las distintas fuentes.
¿Cuánta gente había en la casa, fuera de los dos guerrilleros muertos? Los militares dicen que todo el Comando Superior del M-19, incluyendo al jefe máximo, Alvaro Fayad, y a Carlos Pizarro, que según ellos resultó herido antes de huir. La Policía afirma que es imposible que alguien hubiera escapado de la casa, porque sus fuerzas la tenían completamente cercada desde las doce de la noche anterior. El M-19 dice que había otros cinco hombres, ninguno del Comando Superior, y que todos pudieron huir.
Iván Marino, que iba de último, cubriendo la retirada, fue herido en una pierna cuando salía. Al cabo de unos minutos lo oyeron gritar: "¡Iván Marino Ospina muere por la patria!", y escucharon nuevos tiros. Especulan que pudo suicidarse o bien ser ejecutado a quemarropa. El cadáver tenía un balazo en la pierna y uno en el corazón, y el chaleco antibalas abierto sobre el pecho. El de su guardaespaldas Gerardo Ospina -que según la Policía recibió una granada en el rostro- presentaba tres balazos en la espalda y uno en la parte posterior del cráneo, que le salió por la cara.
En cuanto a los vecinos, una empleada de una casa cercana dice a SEMANA: "Iván Marino Ospina gritaba su nombre y decía que "el M-19 ni se entrega ni se rinde", y después se oían disparos. Hubo un silencio como de veinte minutos, y después la misma voz gritó "Iván Marino Ospina muere por la patria", se escucharon como seis disparos más y se acabó el tiroteo. Yo pensé que se había suicidado". El Ejército, por su parte, dice que el guerrillero fue alcanzado por un francotirador.
Sobre el operativo en su conjunto también difieren las versiones. Según el general Gómez Barros, fue el resultado de dos meses de trabajo de los servicios de inteligencia del Ejército, de la colaboración de la ciudadanía caleña y de las informaciones de un desertor del M-19, que condujo al B-2 a la casa del barrio Los Cristales. La Policía discrepa. Según ella, fueron agentes de la Policía los que llegaron a la casa tras perseguir por medio Cali a un carro sospechoso. Los recibieron con una granada, lo cual los obligó a pedir refuerzos al Ejército.
Un vecino cuenta que el tiroteo empezó hacia las cinco y media de la mañana y duró por lo menos una hora: "En ese momento sólo estaba la Policía, y como a la hora llegó el Ejército", dice a SEMANA."Se oyeron muchos disparos, salió humo, me parece que porque mandaron una granada, y después hubo silencio". Un testigo que vive unas casas más arriba y que observaba la escena con binóculos, afirma: "A mi me pareció que Iván Marino se entregó, porque yo ví que entraron a la casa y después fue que se escuchó el disparo".
Afranio Parra, en su rueda de prensa clandestina, dio su propia versión. Según él, el descubrimiento de la casa no se debió a una operación de inteligencia sino a la casualidad. Una patrulla de la policía venía siguiendo desde Yumbo a un carro con dos militares del M-19. La Policía pensó inicialmente -supone Parra- que se trataba de un laboratorio de coca, y sólo cuando Iván Marino empezó a gritar quién era, fue llamado el Ejército, al cabo de una hora de disparos. En cuanto al humo, Parra afirma que venía de los documentos de la organización quemados por los sitiados, que inclusive quisieron incendiar la casa antes de abandonarla.
Según el general Gómez Barros, en cambio, sí se encontraron numerosos documentos, además de un arsenal considerable que incluía fusiles robados a la Policía del Ecuador hace unos meses por el grupo guerrillero ecuatoriana "Alfaro vive, carajo".
Hay, finalmente, otro punto oscuro: el de los cinco detenidos -al parecer parientes de Elmer Marín- que según la Policía se encontraban en el segundo piso de la casa sitiada. El Ejército no habla de ellos. El M-19 tampoco los mencionó en su rueda de prensa.
Terminado el tiroteo, que duró cerca de dos horas, Cali estuvo durante todo el día en estado de guerra. El Ejercito realizó por lo menos treinta y cinco allanamientos en distintos puntos de la ciudad, incluyendo las casas de algunos periodistas. En el centro de Cali un grupo de militantes del M-19 incendió un bus, y en la confusión subsiguiente un disparo perdido de la Policía mató a un vendedor ambulante. Entre tanto,en el barrio Siloé se presentaron enfrentamientos armados entre el M-19 y el Ejército, que dejaron dos guerrilleros muertos. Por la tarde, si embargo, había renacido la calma.
Indudablemente la muerte de Iván Marino Ospina constituye un fuerte golpe para el M-19. Y no solamente por su importancia dentro de la organización (con él son ya cuatro los dirigentes de primera línea que el grupo guerrillero ha perdido en los dos últimos años: Bateman y Toledo muertos, y Navarro Wolf inválido). Sino también por la pérdida de prestigio y de popularidad sufrida en los últimos tiempos.
UN HIJO DE LA VIOLENCIA
"A los seis años disparé mi primer tiro. Mis tíos me habían enseñado..." -contaba Iván Marino Ospina a la periodista Patricia Lara, que reproduce sus palabras en su libro sobre el M-19 "Siembra Vientos...". "A los nueve años era ya mucha la gente descabezada que había visto yo... ". Ospina, que llegaría a ser jefe máximo del movimiento guerrillero M-19, siguió disparando tiros durante toda su vida, hasta caer en Cali -disparando el último- el miércoles 28 de agosto, abatido por las tropas de la III Brigada.
Como todos los colombianos de origen campesino de su generación (nació en Roldanillo, Valle, en abril de 1940) era un hijo de la violencia. La violencia era entonces liberal-conservadora. Nacido en Roldanillo, criado en Tulúa y en Pereira, Iván Marino Ospina era hijo de un campesino laureanista amigo de los más famosos "pájaros" del Valle del Cauca: del "Cóndor" Lozano, del "Pájaro Verde".
Pero su madre era de familia liberal, y a tres de sus tíos -los que le habían enseñado a disparar- los asesinaron esos mismos "pájaros". Criado en la violencia, Ospina iba a vivir en ella toda su vida. Pero no ya en la de los dos partidos tradicionales, sino en la de los grupos guerrilleros de izquierda que empezaron a surgir al margen del bipartidismo del Frente Nacional, y contra éste.
El primer paso fue el Partido Comunista. En Pereira, siendo líder estudiantil de bachillerato en el colegio Deogracias Cardona, Iván Marino Ospina ingresó a la JUCO (Juventud Comunista), de la cual pronto llegó a ser responsable político para Caldas. En 1961 fue enviado por el Partido a la Unión Soviética, para que siguiera cursos en la escuela para cuadros del Komsomol (Juventud Comunista Soviética).
Ya desde entonces tenía metida entre ceja y ceja la convicción de que la vía revolucionaria en Colombia pasaba necesariamente por la lucha armada. Pero las guerrillas comunistas -las FARC- desconfiaban de los cuadros urbanos, y sólo pudo entrar a ellas en 1966; una semana apenas después de haberse casado (por la iglesia) con Fanny Gómez, su novia casi desde la infancia, hija de un cuadro del partido.
En las FARC no duró muchos años: pese a gozar de la confianza de Jacobo Arenas y del Comandante Ciro, fue expulsado bajo la acusación de ser "tira" (policía) y agente de la CIA, cargo habitual en los arreglos de cuentas de la izquierda colombiana. Tras combatir en las filas de la guerrilla venezolana hasta la desaparición de ésta, Ospina regresó a Colombia para fundar el M-19 en compañía de Jaime Bateman, su amigo desde la época de la JUCO y de las FARC, recién expulsado él también de estas últimas. Desde entonces, Ospina sería el "número dos" del nuevo movimiento.
Como tal, participó en la mayoría de sus acciones: atracos bancarios, el secuestro y fusilamiento del dirigente sindical José Raquel Mercado, el robo de las armas del Cantón Norte el 1° de enero de 1979. Detenido en Cali pocos días después, fue torturado, según denunció en esa época, en las célebres "cuevas del Sacromonte" en Bogotá, hasta el punto de que intentó suicidarse cortándose las venas. Seis meses más tarde, durante el Consejo de Guerra que se adelantaba en la cárcel de la Picota, consiguió fugarse disfrazado de mayor del Ejército y reasumió sus funciones de segundo al mando del M-19.
Muerto Jaime Bateman, en abril de 1983, Iván Marino Ospina heredó automáticamente la jefatura suprema del movimiento guerrillero. Y en tanto que jefe máximo celebró con el presidente Belisario Betancur la entrevista de Madrid, de donde saldrían los acuerdos de tregua de hace un año, y más tarde la de México, en diciembre del año pasado.
Su "metida de pata" en esa ocasión -aplaudir las amenazas de la mafia a los residentes norteamericanos en Colombia-, unida a lo que se consideraba su falta de imaginación política, hicieron que fuera relevado del mando supremo del M-19 en marzo de este año, durante el congreso de Los Robles. Fue reemplazado por Alvaro Fayad. Pero seguía formando parte del Consejo Superior de la organización guerrillera y de su Estado Mayor de cinco miembros, en compañía de Fayad, Carlos Pizarro, Antonio Navarro y Gustavo Arias. "Boris".